Cuentos de Aventura para Niños

Simbad el rico y Simbad el pobre

En una ciudad muy lejana del Medio Oriente, habitaba un hombre muy humilde llamado Simbad. Él se levantaba todos los días con las primeras luces del sol, salía de casa para tomar la carreta que arrastraba con sus propias manos y se hacía a las calles, para ofrecer sus servicios transportando todo tipo de mercancías. Muchos mercaderes ya lo tenían como el mejor carguero de los alrededores.

Su humilde transporte había llevado tapetes persas de diversos colores, sedas finas, especies traídas de lugares exóticos y arcas repletas de oro, entre otras pertenencias que le encargaban los grandes señores que iban a efectuar sus ventas en el mercado del centro.

De vez en cuando, ellos mismos también habían sido transportados por Simbad.

Pero a pesar de que trabajaba con mucho empeño, él seguía siendo muy pobre. Su casa solo tenía una habitación y dormía sobre un montón de heno, soportando el frío por las noches de invierno a duras penas. Los pocos centavos que ganaba iban a parar en pan duro y verduras baratas. Solo durante un par de veces en su vida, Simbad había probado carne de verdad.

Un día, le encargaron dirigirse a la casa del comerciante más rico de la ciudad. Cuando Simbad llegó se quedó boquiabierto. Aquel lugar era tan hermoso como un palacio, con sus suelos de mármol y las paredes tapizadas en seda de Damasco. Había preciosos jardines con fuentes de oro y pavo reales de colores que picoteaban entre el césped. Y ante la entrada de la residencia, una inmensa escalinata que era flanqueada por las estatuas de dos leones con piedras preciosas en los ojos.

Al ver toda aquella riqueza, Simbad se sintió tan maravillado como triste y entonces empezó a lamentarse de su suerte.

—¿Por qué la vida es tan injusta conmigo? Yo tengo que trabajar todos los días de sol a sol, para ganar apenas las migajas de lo que otros disfrutan. Y mientras tanto vive aquí el gran señor de esta casa, que seguramente no ha tenido que mover un solo dedo nunca. Sin embargo tiene riquezas y los manjares y el vino deben sobrarle. ¿Qué va a ser de mí?

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Quiso la casualidad que precisamente, el dueño de aquel palacio estuviera cerca para escucharlo. Así se presentó ante él, todo vestido de seda y de oro y plata, y el carguero palideció.

—Muy equivocado te encuentras, amigo mío, pues toda la opulencia que ves aquí, es el resultado de siete viajes maravillosos que el destino y la fortuna quisieron concederme.

Pensó el carguero que iba a ser amonestado por sus palabras necias, pero el rico mercader solo sonrió y lo invitó a entrar:

—Ya que pareces tan interesado en el origen de mi fortuna, quédate a comer conmigo y te lo contaré todo. Mi nombre al igual que el tuyo, también es Simbad, y alguna vez fui conocido como el marino más intrépido que cruzó los siete mares. Pero esa, es una historia bastante larga de contar, ¿sabes?

CONTINUARÁ…

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