Historias de la Biblia para Niños

Rahab y la destrucción de Jerichó

Este cuento corto de la Biblia cuenta que hace mucho tiempo, existía una ciudad llamada Jerichó, en la cual vivía mucha gente con malas intenciones. Allí, sus habitantes rechazaban a Dios y eran enemigos de su pueblo más amado: los israelitas. Sin embargo, había entre ellos una joven que era diferente y que en secreto, había sido enseñada desde niña para conocer y amar a su padre celestial.

Su nombre era Rahab y sabía que algún día, el resto de la gente que vivía en Jerichó tendría que rendir cuentas por su mal comportamiento.

Un día, se infiltraron en la ciudad dos espías de Israel. Anduvieron deambulando por las calles en secreto, hasta que llegaron a la casa de Rahab. Ella los reconoció enseguida como israelitas pero en vez de delatarlos, los invitó a entrar en su casa para pasar la noche.

Mientras tanto, el rey de Jerichó se había enterado de su presencia e inmediatamente mandó apresarlos.

Sus soldados se pusieron a buscar por toda la ciudad, preguntando en casa por casa si alguien los había visto, bajo pena de morir. Todos negaban llenos de miedo.

Los guardias llegaron a la vivienda de Rahab y ella, valiente como ninguna, decidió engañarles.

—Ellos acaban de irse, andaban por aquí hace un momento —les dijo—, si se apresuran, podrán alcanzarlos.

Y los soldados, creyéndole, fueron a toda prisa por la dirección que les indicó. Los israelitas, muy agradecidos, le hicieron saber que escaparían esa misma noche, revelándole que dentro de siete días, Jerichó sería destruida por Dios. Al saber esto, Rahab se asustó muchísimo.

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—Por favor —les dijo—, ¿no hay nada que pueda hacer para salvar a mi familia?

—Sí que lo hay —le dijeron ellos—, debes tomar esta cuerda roja y colgarla desde tu ventana. Luego, el día marcado por Dios, habla a todos tus seres queridos y reúnelos aquí bajo tu techo. De esta manera cuando ocurra todo, ustedes sobrevivirán.

Los espías se marcharon y durante los seis días siguientes, se dedicaron a dar una vuelta diaria alrededor de las murallas de Jerichó, sin pronunciar una palabra. Al séptimo día, sin embargo, dieron siete vueltas y entonces, los muros se desplomaron en torno a la ciudad, ocasionando una gran hecatombe en el interior. Las casas se caían las unas detrás de las otras, dejando sin refugio a las personas y enterrándolas entre los escombros.

Rahab, quien ya había colocado la cuerda en su ventana, reunió a todos sus familiares y no tuvo miedo.

Cuando Jerichó quedó totalmente destruida, la única casa que podía verse en pie era la de ella, con aquel brillante lazo rojo que asomaba desde la ventana. Rahab había confiado en Dios y a cambio, él había salvado su vida y la de todas las personas que amaba.

A partir de ese momento, tanto ella como su familia se marcharon lejos para comenzar una nueva vida, en un lugar en el que las personas fueran nobles de corazón.

Nunca dejaron de agradecer y adorar a Dios por sus bendiciones.

Rahab y la destrucción de Jerichó 1

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