Cuentos de Hadas

Piel de Oso (3ra parte)

En el capítulo anterior, nuestro protagonista, Piel de Oso, tomó por prometida a la hija más pequeña de aquel pobre viejo cuyas deudas había pagado, regalándole un anillo de oro antes de irse a vagar por el mundo de nuevo. Los siete años impuestos por el demonio habían pasado y para entonces, el soldado estaba convertido en un hombre feísimo a causa de su suciedad.

Fue por eso que cuando el plazo se cumplió y el maligno apareció ante él, Piel de Oso se sintió triunfante y le ordenó que lo lavara a la perfección.

Malhumorado por haber perdido aquella apuesta, el diablo procedió a prepararle un baño fortísimo para despegarle toda la mugre que traía encima. Lo frotó en todo el cuerpo hasta que este hubo recuperado su color habitual, le lavó el cabello a conciencia y se lo cortó. Lo afeitó y lo perfumó, le recortó las uñas y finalmente lo vistió con ropas elegantísimas, que le daban el aspecto de un príncipe.

No conforme con esto, Piel de Oso desafío al diablo a recitar la palabra de Dios, algo que lo ofendió terriblemente.

—¡Eres un inconsciente al jugar con tu suerte de este modo! —le espetó— Podré no haberme quedado con tu alma, pero ya encontraré la forma de cobrarme este desplante.

Y dicho esto desapareció.

Volvió el joven entonces a ver a su prometida, la cual ahora vivía en una hermosa casa con su padre. Sus hermanas mayores se habían casado con apuestos muchachos, por lo cual siempre se mofaban de la menor. Y ella, vestida de luto, esperaba resignada a quien sería su futuro esposo.

Por eso cuando el soldado se presentó ante ella, gallardo y elegante como si se tratara de alguien de la nobleza, se quedó impactada.

—Querida mía, ¿no reconoces acaso a tu prometido? —le preguntó Piel de Oso.

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Y no, la verdad es que todo él estaba irreconocible, pero luego de que le mostrara la propia argolla de compromiso que se había colocado él y que era idéntica a la suya, la muchacha se alegró y se descubrió enamorada al instante.

Se casaron en una hermosa ceremonia, a la que fueron invitadas las malvadas hermanas con sus maridos.

Cual sería la sorpresa de esas dos brujas, al encontrar a su hermanita tan feliz y en brazos de un hombre rico y bello. Al lado de él, sus propios esposos representaban un pobre partido y ellas se sintieron morir después de darse cuenta de que habían despreciado a un sujeto tan acaudalado.

Fue tanta su rabia y su pena, que las dos decidieron acabar con su vida. Una se tiró al río, donde murió ahogada y la otra se colgó.

Y el diablo, al darse cuenta de esto, recogió sus almas marchitadas por la envidia.

—Ya ves Piel de Oso, no pude llevarme tu alma —le dijo un día, al visitarlo—, pero sí me quedé con dos al precio de una: las almas de tus cuñadas.

A pesar de todo, Piel de Oso y su esposa fueron inmensamente felices.

FIN

Piel de Oso (3ra parte) 1

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