Cuentos de Hadas

La reina de las nieves (4ta parte)

En el capítulo anterior de nuestro cuento, vimos que Gerda llegó a la casa de una hechicera, que como siempre había deseado tener una niña, le puso un encantamiento para que decidiera quedarse con ella. Todos los días le llevaba un plato lleno de frescas cerezas para que pudiera comer y peinaba sus largos cabellos rubios con un peine de oro, hasta dejarlos rizados y bonitos.

Pero en el fondo, el cariño que Gerda sentía por su amigo Kai no se había esfumado del todo. Y una mañana, cuando se despertó con la fragancia de las flores del jardín, se acordó de él.

—¡Tengo que ir a buscarlo! —dijo y con mucha cautela, salió al jardín mientras la bruja aun dormía.

Le preguntó a todas las flores que había allí si habían visto a su amigo, pero ninguna de ellas le supo contestar. Desconsolada, Gerda salió del jardín de la hechicera y se puso a caminar por el bosque, buscando algún indicio que le permitiera dar con su paradero.

Justo cuando sus pies comenzaban a dolerle por el cansancio, un simpático pajarillo se posó en la rama de un árbol y la miró con curiosidad.

—¿Tú puedes decirme donde está mi amigo Kai? —le preguntó.

—La verdad que vi por ahí a un niño que se parece mucho a él —le respondió el ave.

—¿De verdad? —dijo Gerda con emoción.

—Sí, estoy seguro de que se trata del pequeño Kai. Pero creo que te ha olvidado por una princesa —contestó el pajarito—, pues hace poco contrajeron matrimonio y hoy viven en el palacio. Mi novia, que habita en una de las pajareras de la Corte Real, me lo ha contado todo. Esa princesa es magnífica como ninguna otra, inteligente, hermosa y de muy buen corazón.

Al escuchar todo esto, Gerda se puso muy triste. ¿Habría sido capaz Kai de olvidarla por cualquier princesa bonita?

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—Kai no pudo haberme dejado de lado por una princesa —le dijo al pájaro—, ¿estás seguro de que se trataba de él? ¿De verdad estás seguro?

—Sí, sí —dijo él—, mi novia lo vio con sus propios ojos. Y yo en ella confío más que en nadie.

—Llévame con él —le pidió al pajarillo—, necesito convencerlo de que regrese a casa.

El animal la guió hasta el palacio una vez que el sol se hubo puesto y su novia, una hermosa corneja, les abrió la puerta y les indicó como podían llegar hasta el dormitorio de la princesa. Gerda abrió dos puertas de oro y allí, en la cama más preciosa y mullida que hubiera visto en su vida, dormía una muchacha bellísima junto a un príncipe igual de hermoso.

Era Kai.

Gerda se puso a llorar ahí mismo, despertando al instante a la pareja. Solo entonces se dio cuenta de aquel príncipe no era su amigo, aunque se parecía bastante a él.

La princesa, sobresaltada, miró a la niña que había irrumpido en sus aposentos y dijo…

Si quieres saber como sigue este cuento infantil, no te pierdas la quinta parte.

CONTINUARÁ…

La reina de las nieves (4ta parte) 1

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