Cuentos de Hadas

La reina de las nieves (3ra parte)

En el capítulo anterior de nuestra historia, vimos como Kai había sido arrastrado en su trineo por un coche blanco y majestuoso, que era llevado por un par de caballos que parecían de nieve. Era el vehículo de la Reina de las Nieves, una hermosa mujer con un corazón de hielo, que iba vestida con pieles polares. Ella se bajó de su carruaje y se acercó al niño para invitarlo a entrar.

Kai se sentó junto a ella temblando de frío.

—¿Tienes frío? —le preguntó la doncella— Métete bajo mis pieles para cubrirte.

Y Kai se metió entre las pieles de la reina, quien lo besó en la frente, haciendo que el frío se desvaneciera. Luego lo besó una vez más en la mejilla, y el chico se olvidó de Gerda, de sus padres y de toda la gente que lo quería en el pueblo.

—No te besaré de nuevo —le dijo la reina—, pues de lo contrario podía matarte.

Ordenó a sus caballos blancos que anduvieran y el carruaje se elevó en el cielo sobrepasando ciudades, mares y montañas, hasta llegar a un reino en el que todo era de hielo.

Al día siguiente, Gerda se extrañó de no encontrar a su amigo por ninguna parte. Lo buscó en su casa, en la plaza donde siempre jugaba y no lo vio. Le preguntó al sol y a las golondrinas adonde podía haberse ido el niño, y ninguno le supo responder.

Entonces la niña tomó sus zapatos rojos, los más bonitos que tenía y se fue hasta el río. Se subió a una barca y se inclinó por el borde para hablarle.

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—Te he traído mis mejores zapatos rojos —le dijo a las aguas—, si me dices donde esta Kai, te los obsequio.

Pero el río devolvió el hermoso regalo, al no saber tampoco donde se había ido su amigo. Gerda lloró amargamente y el río, conmovido, se movió hasta que la barcaza se hubo alejado de la orilla. Cuando se detuvo, Gerda se hallaba muy lejos del pueblo y enfrente del jardín más bello que había visto.

Flores de todos los colores se apilaban en ese jardín y árboles flanqueaban el camino hasta una fuente de aguas cristalinas. Más allá se veía una encantadora casita, de la que salió una amable anciana.

—¡Pobre niña! —exclamó ella al verla, ayudándola a salir de la barca— ¿Cómo es que has llegado hasta este lugar tan olvidado por el mundo?

Gerda fue invitada a entrar a su casa, donde comió con la vieja y le contó quien era, y porque estaba buscando a su amigo. Por la noche aquella mujer, que en realidad era una hechicera, le preparó una cama caliente en una habitación hermosa. Y como ella siempre había querido tener una hija, elaboró un conjuro para que Gerda se olvidara de Kai y se quedara a su lado para siempre. Poco sabía del gran poder de su amistad.

Si quieres saber como sigue este cuento para niños, ¡no te pierdas la cuarta parte!

CONTINUARÁ…

La reina de las nieves (3ra parte) 1

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