Leyendas Infantiles Cortas

La leyenda del maíz

Hace mucho tiempo, antes de que los europeos descubrieran América, habitaba en México la gran cultura de las aztecas. Ellos se alimentaban de las cosas que sembraban en la tierra, pero no conocían el maíz. Y cuando los vegetales que tenían dejaron de ser suficientes, Quetzalcóatl, el dios más importante, quiso darles un regalo para que se nutrieran mejor.

Se transformó en una diminuta hormiga negra y bajó a la tierra, donde se reunió con una hormiga roja.

—Acompáñame a ir más allá de las montañas —le dijo—, donde crecen los granos del sol. Si me ayudas a traer uno, prometo que te recompensaré generosamente.

Y hacia allá fueron las dos hormiguitas, por un camino lleno de obstáculos, en el que tuvieron que cuidarse del frío y los grandes animales que querían comérselas. Luego de tan dura travesía, todavía tenían que subir por las montañas para llegar a la tierra del sol, un valle donde florecían mazorcas enormes y jugosas.

Aquí fue donde ambas se adentraron tras varios días de subir y subir, y cuando lograron llegar a su destino, se treparon a una mazorca que despedía un aroma muy agradable.

—Ahora debemos llevarle un granito a los hombres, que mucho lo necesitan para alimentar a sus familias.

Y cogiendo entre las dos con sus mandíbulas un pequeño grano de maíz, se dispusieron a hacer el camino de vuelta, pasando de nuevo por aquellas altas montañas y los tantos senderos que habían atravesados, inundados de riesgos.

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Cuando por fin pudieron volver a la ciudad de los aztecas, se encontraban casi desfallecidas. Las fuerzas les faltaban y sin embargo, por ningún motivo dejaron que aquel valioso granito se les perdiera. Se arrastraron con él hasta entregarlo a la gente, que asombrada veían como aquellos minúsculos seres transportaban algo que nunca antes habían visto.

—Es el maíz —les reveló Quetzalcóatl—, deben plantarlo en la tierra para poder sembrarlo. Y ya verán cuanto les va a gustar, será su alimento más importante y nutritivo.

Los aztecas le hicieron caso al dios y en muy poco tiempo, tuvieron enormes cosechas de maíz con las que pudieron combatir el hambre de los suyos. Los niños se pusieron fuertes y cada otoño se mostraban felices de recoger las hermosas mazorcas doradas. Las mujeres aprendieron a moler los granos y a convertirlos en masa y harina, para preparar todo tipo de sabrosos platillos.

Así fue como surgieron las tortillas, que hasta hoy en día son uno de los ingredientes de numerosas delicias mexicanas.

Quetzalcóatl por su parte fue colmado de agradecimientos, y él mismo dotó a la pequeña hormiga roja de una enorme fuerza, para que nunca más tuviera que sufrir por transportar su comida. Es por eso que ahora, las hormigas pueden levantar varias veces su peso sin cansarse, para abastecer sus hormigueros.

Los aztecas erigieron grandes pirámides en honor al dios, al que comenzaron a referirse también como «la serpiente emplumada». Aun se lo puede mirar en los relieves de los hermosos monumentos de Tenochtitlán, la ciudad de los dioses.

La leyenda del maíz 1

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