Fábulas Infantiles

La araña y el gusano de seda

Había en un rincón muy profundo del bosque, sobre las ramas de un alto roble, dos pequeñas criaturas que se afanaban en tejer cada una a su manera. La primera era una araña, que moviéndose a toda velocidad hilaba su tela llena de hilos transparentes. La segunda, un gusano de seda que más lentamente, fabricaba la suya con toda minuciosidad.

Cada año al llegar el verano, era lo mismo. La araña se ufanaba de su trabajo y se burlaba del pobre gusano por ir tan despacio. Creía pues, que no había en el mundo alguien que tejiera mejor su tela.

—Buenos días, señor gusano —lo saludó un día falsamente—, es un día estupendo para tejer, ¿no lo cree usted así?

—En efecto —replicó el gusano—, me hallaba trabajando en mi seda.

—Hace mucho tiempo que se encuentra usted haciendo eso.

—Sí, es porque debe ser una tela resistente pero hermosa al mismo tiempo. No hay nada más lindo que un trabajo bien hecho.

—¡Bah! —lo despreció la araña— Es usted un necio por trabajar tanto y ser tan perfeccionista. Tan solo mire mi telaraña, que hermosa y cómoda es. ¡Y no he tardado nada en hacerla! De hecho, podría elaborar una nueva cada día si quisiera.

—Eso está muy bien —admitió el gusano—, aunque se ve algo frágil…

—¿Y eso que importa? Es la mejor telaraña del mundo —se obstino la araña.

El gusano no quiso seguir discutiendo y prosiguió con su labor. Y así, día con día, transcurría la jornada entre los impertinentes comentarios de la araña y la paciencia del gusano.

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Un día, subieron unos hombres a la copa del árbol. Eran humanos que vivían en una cabaña cercana y estaban buscando la muy preciada seda para hacerse unas camisas, pues todo el mundo sabe que no hay tela más suave y fina que este tejido.

—¡Qué suerte! —exclamó uno— Encontré un gusano de seda. Y mira que hilos más bonitos ha tejido este pequeño animal.

—Sin lugar a duda es un prodigio de la Naturaleza —dijo el otro.

Acto seguido, cogieron al pequeño gusano con delicadeza y lo guardaron en una caja de madera, junto con la preciosa tela que había tejido.

Antes de bajar se percataron de la telaraña e hicieron una mueca de asco.

—Que desagradable, ¡una araña!

—Esos bichos son como una plaga.

Tomando una rama, uno de los hombres enredó la telaraña destruyéndola y llevándose con ella a la araña presumida, a la cual terminaron tirando del árbol, a merced de cualquier depredador. Entonces ella aprendió una valiosa lección y es que si hubiera gastado más tiempo en reforzar su tela, en vez de burlarse de la del gusano, quizá habría podido salvarse de aquellos hombres.

Moraleja: A la hora de trabajar, lo que importa es la calidad de lo que haces y no el tiempo que te tardas en hacerlo. Lo más rápido no es siempre lo más adecuado, pues las cosas más bellas se llevan su tiempo en demostrar su valía.

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