Cuentos Clásicos para Niños

El pescador y su mujer

Este cuento infantil es una versión del original de los hermanos Grimm.

Un pobre pescador iba todos los días al mar para echar sus redes, sacando apenas lo necesario para subsistir junto a su esposa, una avariciosa mujer con la que vivía en una choza miserable. Un día, mientras esperaba que algo mordiera su anzuelo, sintió un tirón enorme y al sacarlo, vio que había un pescado enorme cogido de él.

—No me mates, por favor —le suplicó, al ver que estaba por sacarlo del agua—, no soy lo que tú crees. Soy un príncipe encantado que fue condenado a vagar por el océano. Pero si me perdonas la vida, te concederé lo que tú quieras.

El pescador pues le perdono la vida y se fue sin pedir nada. Sin embargo su mujer, al enterarse, montó en cólera y se lamentó por lo pobre que era choza.

—¡Bien pudiste pedirle una casa pequeña para ambos! ¡Ahora ve y búscalo!

El pescador regresó con el pez y le pidió su primer deseo: una casa modesta donde pudiera vivir a gusto con su esposa.

—Regresa con ella, pues ya la tiene —le dijo el animal.

Y en efecto, cuando el pescador volvió, encontró a su esposa viviendo en una casa pequeña pero muy bonita. Y aun así no estaba contenta.

—¿Has visto el tamaño de esta casa? Fue el pez quien te la concedió, ¿verdad? ¡Bien pudiste pedirle un palacio! ¡Ahora ve y búscalo!

Y volvió el pescador a ver al pez, a quien esta vez le pidió un palacio enorme de piedra para tener contenta a su mujer.

—Regresa con ella, pues ya lo tiene —le repitió el animal.

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Y esta ve cuando regresó, ella sí que estaba satisfecha pero aun no era del todo feliz. Se le ocurrió que quería ser reina y con esto en mente, le ordenó a su esposo que regresara donde el pez e hiciera que le concediera aquel deseo.

—Regresa con ella, pues ya es reina —le dijo la criatura.

Cuando el pescador volvió, él también se volvió rey y por un tiempo vivieron en paz hasta que a su compañera, incansable en su avaricia, se le metió la idea de ser emperatriz.

—¿Pero para qué quieres ser emperatriz si ya eres reina? —le preguntó él, nervioso— El pez se va a cansar.

—¡Él puede hacerlo, así que ve y búscalo!

Como imaginarás, esa mujer se convirtió en emperatriz y ni aun así estuvo contenta. Hambrienta de poder, le dijo lo siguiente a su esposo.

—¿Sabes? Sería muy agradable tener potestad sobre el sol y la luna, y sobre los mismos mares. ¿Por qué he de conformarme con ser emperatriz? ¡Ve con el pez y dile que me transforme en diosa!

Y el pescador fue de nuevo a pedir un deseo. Pero esta vez, las cosas salieron al revés.

—Regresa con tu mujer, pues la vas a encontrar en su choza —le dijo el pez.

Por culpa de su ambición, la mujer y el pescador volvieron a ser tan pobres como antes.

El pescador y su mujer 1

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