Cuentos Clásicos para Niños

El patito feo

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Erase una bella patita que se casó y al poco tiempo puso muchos huevos. Casi todos eran blancos y perfectos pero uno de ellos era completamente distinto. Tenía un color pardo y manchas alrededor.

Poco a poco los cascarones se fueron rompiendo, y el último en salir fue el del huevo pardo. El patito que salió era muy extraño, tenia una cabeza muy grande y unas plumas  y picos oscuros que hicieron que sus hermanos en seguida le cogiesen manía.

Todo el mundo se reía y aislaba al pobre patito. Ni siquiera los ruegos de su padre, un bonito y gallardo pato, hicieron que parasen de marginar al joven patito. Incluso su propia madre lo miraba como si fuera un monstruo, y esto era lo que al patito feo, que así era como lo llamaban, más triste le ponía.

Al cabo del tiempo el patito no pudo más y decidió marcharse solo para que nadie más le hiciera daño y se burlase de él. Su padre, que le quería mucho, estuvo buscándole durante un tiempo e incluso su madre se arrepintió de haberle tratado mal, pero el patito ya había emprendido un camino en solitario para encontrar la felicidad.

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Paso por muchos lugares, muchos en los que había también patos pero no encontraba a nadie como él y todos seguían apartándose en su presencia. Pero el patito feo no se daba por vencido y siguió viajando hasta que un día llego a un gran lago de aguas cristalinas.

En ese lago había dos aves blancas como la nieve, con un largo cuello y tan hermosas que el patito se quedo mirándolas mucho rato, embobado. Al principio pensó en no acercarse porque unos animales tan bonitos seguramente le rechazarían, pero al final se armó de valor y fue hacia donde se encontraban.

Los cisnes, porque eso eran aquellos bellos animales, nada más al verle se acercaron y lo invitaron a unirse a ellos. El patito feo, sorprendido pero feliz, se acercó y así pudo nadar con alguien sin sentirse rechazado. Pero cual fue su sorpresa al darse cuenta de que a los pocos días sus plumas pardas y oscuras empezaban a caerse y le salían otras nuevas, completamente blancas. También su cuerpo empezó a hacerse más grande y elegante.

En seguida el patito feo se dio cuenta de lo que pasaba: él no era ningún patito feo, de hecho un era un pato sino un cisne. A partir de entonces el cisne que había sido un patito feo vivió feliz con los suyos y se dio cuenta de que todos los animales son hermosos a su manera y merecen vivir rodeados de amor.

No debemos discriminar a nadie por las apariencias, todos somos diferentes y  únicos.

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