Cuentos Clásicos para Niños

El pájaro de oro (4ta parte)

En el episodio anterior de nuestra historia, nos dimos cuenta de que el príncipe había sido descubierto al intentar robar el caballo de oro. Ahora, tenía que dirigirse al palacio más próximo para robar a la hermosa princesa que el rey quería, a cambio de perdonarle la vida.

—No debería preocuparme por ti después de todas las veces que me has desobedecido —le dijo la zorra cuando volvió a pedirle consejo—, pero ya tengo buen corazón, te diré lo que tienes que hacer. Cuando llegues al castillo de la princesa, la verás salir para entrar en la casa de baños. Bésala y llévatela contigo inmediatamente. Pero no permitas que vaya a despedirse de sus padres, pues entonces sí que estarás perdido.

El príncipe le prometió a la zorra que le haría caso y partió rumbo a donde vivía la princesa. Al llegar a su palacio, la vio salir a la casa de baños sin la compañía de las doncellas y entonces, fue a esconderse para sorprenderla. Apenas la muchacha hubo atravesado la puerta, el apareció y le dio un beso, diciéndole que lo acompañara para ver al rey del caballo de oro.

En ese momento la princesa se echó a llorar, pidiéndole que le permitiera despedirse de sus padres. Al principio el príncipe se negó pero luego la vio tan triste, que la dejó ir pensando que sería muy cruel de su parte no concederle ese favor.

Apenas la joven hubo tocado el colchón donde dormía su padre, este se despertó y mandó apresar al intruso, que fue llevado ante él.

—Has arriesgado en vano tu vida al intentar llevarte lo que más quiero —le dijo—, no obstante, te la voy a perdonar si eres capaz de mover la montaña que se levanta enfrente de mi castillo, pues no me deja ver más allá. Si logras hacerlo en los próximos ocho días, también te concederé la mano de mi hija.

Le dieron al muchacho una pala y se puso a cavar bajo la montaña sin descanso. Durante los siguientes siete días sin embargo, no había logrado moverla un solo centímetro y se angustió porque iban a ejecutarlo.

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—No te preocupes —le dijo la zorra—, ya sé que no debería ayudarte más. Pero anda, ve a dormir que yo arreglaré todo esto.

Cuando el príncipe se levantó, con gran alegría se dio cuenta de que la montaña ya no estaba y el rey, al verlo también, no tuvo más remedio que dejar que se llevara a su hija.

Partieron los dos hacia el palacio del rey del caballo de oro, pero mientras más conocía el príncipe a la princesa, más enamorado se sentía de ella y le daba mucha pena tener que entregarla a ese hombre. Por lo que lleno de melancolía, le confesó a la zorra que amaba profundamente a la joven.

—Ya me temía yo que algo así iba a pasar. Pero descuida, cuando llegues deja a la princesa a las afueras del palacio. Yo me transformaré en alguien igual a ella para engañar al rey…

CONTINUARÁ…

El pájaro de oro (4ta parte) 1

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