Fábulas de Esopo

El milano que quiso relinchar

En un bosque muy lejano, habitaban muchos pájaros coloridos. Cada uno de ellos llamaba la atención a su manera, pero entre los que más destacaban se encontraba el milano, quien era conocido por tener una voz profunda y muy hermosa. Cada vez que él se ponía a cantar, todos se quedaban en silencio para poder escucharlo, admirados por el tono de sus canciones.

—Que bonito canta el milano, no hay música como la de él —decían.

—Es el ave más entonada de todas.

Y al oír estos comentarios, al milano se le inflaba el pecho de orgullo. Se sentía muy bien siendo él mismo. Pero todo cambió cuando un día, vio a un animal muy distinto pasar por el bosque. Era grande y elegante, y llevaba sobre su lomo a un imponente caballero.

Se trataba de un caballo blanco con las crines doradas, que avanzaba muy altivo rumbo a un gran castillo. El equino relinchó y cuando el milano escuchó aquel sonido, se quedó muy impresionado.

—Que criatura tan admirable —se dijo—, si es capaz de relinchar así, imagino que todos lo han de respetar muchísimo. Yo quiero ser como él.

Desde ese día, el caballo comenzó a pasar por el mismo lugar relinchando y el milano dejó de cantar para mirarlo. Se sentía morir de envidia cada vez que cruzaba con el caballero por su bosque. A su lado, su voz parecía deslucida e insignificante.

—No puedes dejar de cantar por un animal así, los caballos no son como nosotros —trataban de decirle sus compañeros—. Ellos por ejemplo, no pueden volar. Debemos estar contentos con lo que tenemos, ¿sabes?

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Pero para el milano esto no era ningún consuelo. Conforme pasaba el tiempo, peor se sentía al no ser tan grande, tan bello o tener una voz tan poderosa como la del caballo para relinchar. Así, se apartó de sus amigos y se dedicó a espiar al equino todo el tiempo, intentando ser como él.

—Voy a practicar para imitar sus relinchidos y cuando lo logre, ¡ya veremos quien es el mejor! —exclamaba, lleno de envidia.

Convencido de que lo lograría, el milano se pasaba largas horas ensayando para relinchar, sin tener en cuenta que su voz no había sido hecha para eso. Por tal motivo terminó lastimándose su garganta y se estropeó la voz de tal manera, que cuando quiso volver a cantar fue demasiado tarde: había perdido la voz al tratar de imitar al caballo.

—Pobre milano —dijeron las otras aves al volverlo a ver—, antes cantaba todo el tiempo. Ahora a duras penas puede hablar.

A partir de entonces, el desgraciado pajarito se volvió el más silencioso entre los suyos. Mucho se arrepentía de haber tratado de ser quien no era.

Y así es como se termina este adorable cuento infantil.

Moraleja: Nunca intentes convertirte en lo que no eres, pues corres el riesgo no solo de quedar en ridículo, sino de perder tu propia identidad. Sé fiel a ti mismo y todos te amarán por quien eres.

El milano que quiso relinchar 1

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