Alguna vez, un lobo tuvo la gran oportunidad dentro de su comunidad de ser elegido como el rey de la manada. Lo que nadie sabía, es que este lobo no era tan idóneo para merecer tan honorable cargo, ya que tenía un botín de joyas escondido en una cueva pensando que nadie en absoluto conocía su secreto.
Este lobo, un día muy de mañana se levanto dispuesto a decretar una ley que permita que todo lo que fuera cazado por todos los lobos del lugar, sea repartido en partes iguales entre toda la comunidad. De esa manera, así se evitaría que en épocas de hambruna, ninguno de ellos pueda atacarse, comiéndose unos a otros como siempre lo hacen cuando les falta comida.
Pero el rey no contaba que muy cerca del lugar, se encontraba un asno que lo conocía bien, pues sin querer conocía un secreto que al rey no le convenía se descubra jamás. El asno al escuchar lo que el rey quería promulgar se indigno y moviendo sus orejas, pidió la palabra interrumpiendo y dijo así:
-Me parece que ha tenido usted una gran idea gran rey, se nota que le sale de lo más profundo de su corazón. ¿Y no sería mejor que de la misma manera, saque de su escondite todas las riquezas que tiene en su cueva y que también los reparta entre todos y de la misma manera? eso sería mucho mejor y de gran beneficio para los que menos tienen, ¿no le parece?.
Al oír con gran sorpresa y haber sido descubierto, el lobo muy desconcertado y aun bastante confundido, no tuvo más remedio que derogar la ley y así salvaguardar sus propios y egoístas intereses, dejando tristemente sorprendidos y molestos a todos, dejando así un mal ejemplo como gobernante y mostrando su verdadero carácter.
Si alguna vez tienes la potestad de legislar, antes de dar una ley, recuerda, debes ser el primero en cumplirla.
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