Fábulas de Esopo

El canoso y sus pretendientes

Erase una vez un hombre muy rico que había decidido casarse. Sabía muy bien que encontrar una buena esposa no iba a ser problemas, pues además de ser el sujeto más adinerado de la región; con una hermosa mansión, múltiples propiedades, y decenas de coches y caballos a su servicio, era también muy atractivo.

Su mayor orgullo era su abundante cabello, que a pesar de estarse cubriendo de canas, lo seguía haciendo muy guapo a los ojos de las mujeres.

Así pues, se dispuso a ir al pueblo en buscar de alguna mujer a la cual cortejar. Al final conoció a dos que le gustaron mucho: la primera era una muchacha hermosa y mucho más joven que él, muy alegre y con un gran sentido del humor. No sabía mucho sobre las cosas del hogar, pero le encantaban su aspecto y su risa. La segunda era muy atractiva y también madura, muy cercana a su propia edad; no tenía tanta energía ni se reía tanto como la más joven, pero era buena conversadora y cocinaba muy bien.

Él no sabía con cual de las dos quedarse, así que las cortejaba a ambas sin que la otra se enterara.

Cuando dormía en casa de la más joven, ella le arrancaba todos los cabellos canosos de la cabeza, disgustada de que pareciera más viejo. Quería un hombre que se viera lo suficientemente joven como para estar a su lado. En cambio cada vez que iba a dormir a casa de la mujer madura, ella le arrancaba sus cabellos negros. Le gustaba el pelo gris, pues no soportaba la idea de parecer más vieja que él.

Así, noche tras noche el pobre se despertaba con un espantoso dolor de cabeza, pero no sospechaba lo que sus pretendientes le estaban haciendo. Hasta que llegó el día en que, al mirase al espejo, vio que su maravillosa melena se había ido.

Ahora tenía bastantes entradas y el poco pelo que le quedaba estaba más débil que nunca.

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—¡Qué terrible es esto! —exclamó— ¿Cómo pude perder todo mi cabello en tan poco tiempo?

Las siguientes veces que se quedó a dormir en casa de las mujeres, fingió que soñaba profundamente y sintió como ellas le arrancaban todos los pelos que le quedaban, dejándolo completamente calvo.

—Bien merecido me lo tengo, por tratar de jugar en dos bandos al mismo tiempo —se lamentó, al ver la brillante calva que le habían dejado—, nunca es bueno tratar de complacer a dos a la vez. De ahora en adelante, será mejor que me olvide de buscar esposa.

Cuando las mujeres se enteraron de lo que había ocurrido, no lamentaron ni por un segundo haberlo despojado de sus preciosos cabellos. El hombre dejó de visitarlas y se volvió a su casa, donde decidió permanecer todos los días. Y así es como se termina este cuento corto.

Moraleja: Quien intenta quedar bien con dos partes al mismo tiempo, siempre sale perdiendo. Sé fiel a un solo bando y conservarás tu dignidad.

El canoso y sus pretendientes 1

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