Fábulas de Esopo

El asno, la zorra y el león

Un asno y una zorra vivían con mucho miedo, pues en las cercanías habitaba un león que solo buscaba la manera de devorar a los animales más indefensos. Ya se había comido a muchas criaturas más pequeñas que él y estaba a la espera de que ellos se encontraran solos para hacerles lo mismo. A pesar de que el asno era muy precavido y la zorra muy astuta, sabían que no contarían con tanta suerte para siempre.

—Tengo una idea —le dijo la zorra al asno un día—, vamos a ayudarnos mutuamente. Cuando tú tengas que salir, yo estaré vigilando para decirte si viene el león y luego tú harás lo mismo por mí. Así nunca podrá atrapar a ninguno de los dos, tal vez hasta se canse de intentarlo. ¿Qué dices?

—Buena idea —le dijo el asno—, te prometo que estaré muy atento.

Y así lo hizo, pues el asno siempre cumplía sus promesas. La zorra en cambio, era muy traicionera y solo había hecho aquel trato para buscar su propio beneficio.

«Si le enseño al león en donde está el asno», pensó, «seguramente me perdonará la vida y así ya no tendré que esconderme de él. ¡A lo mejor y hasta se ofrece a protegerme! Al fin y al cabo, con la carne del asno tiene más que suficiente».

De modo que se dirigió hasta la guarida del león y antes de que pudiera abalanzarse sobre ella, le dijo:

—Espera ahí un momento. Si me perdonas la vida, te voy a ayudar a capturar al asno que es mucho más grande que yo.

El león lo pensó un momento y aceptó.

—Está bien —le dijo—, pero más vale que funcione, porque hace días que tengo el estómago vacío. Si no da resultado, te voy a comer a ti y no dejaré ni los huesos.

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Así, fue detrás de la zorra y la vio cavar un pozo muy profundo, que después cubrió con varias ramas y hojas secas. Al rato llegó el asno y cayó en él, acercándose los otros dos animales.

—Allí está —le dijo la zorra al león—, ahora tendrás que perdonarme la vida.

Pero el león, usando una de sus grandes zarpas, la empujó para que cayera también en el pozo, mirándola con desprecio.

—Nada detesto más que a los traidores, así que ahora tendrás que morir con él.

Cuando el león se inclinó para destrozar a la zorra con sus dientes, el asno aprovechó la distracción y saltó sobre su cabeza para salir, corriendo muy lejos. Y la zorra, en sus últimos momentos, no pudo hacer otra cosa que lamentarse por haber sido tan tonta.

—Bien merecido me lo tengo, pues el asno siempre confío en mí y fue mi amigo. Si tan solo hubiera sabido conservar esa amistad, hoy podría seguir viviendo.

Moraleja: Nunca traiciones a tus amigos para beneficiar a tus enemigos, pues al final, ellos siempre encontrarán la manera de perjudicarte. La amistad debe prevalecer en las buenas y en las malas.

El asno, la zorra y el león 1

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