Cuentos de Hadas

Al este del sol y al oeste de la luna (4ta parte)

En el capítulo anterior de nuestra historia, vimos que la protagonista se encontraba con el Viento del Este, el cual le ofreció a llevarla con su hermano, el Viento del Oeste.

—Yo nunca he escuchado hablar acerca del palacio que menciones, pero puede que él sí sepa algo —le dijo—, súbete sobre mi espalda e iremos a verlo enseguida.

Y la muchacha se montó sobre el vendaval, que sopló por encima de hermosos campos hasta depositarla ante su hermano. Cuando la joven le contó que tenía que ir a un castillo que quedaba al este del Sol y al oeste de la Luna, la respuesta del Viento del Oeste fue la misma.

—Jamás he visto un palacio como el que dices —dijo—, aunque a lo mejor nuestro hermano, el Viento del Sur, te puede ayudar. Él ha soplado mucho más lejos que nosotros dos. Anda, sube a mi espalda y voy a llevarte con él.

Y una vez más, la chica fue a espaldas del viento, que estuvo volando entre las grandes montañas y por preciosos lagos. Cuando llegaron a la casa del Viento del Sur, ella le contó que tenía que encontrar a su príncipe, antes de que lo casaran a la fuerza.

—No conozco el castillo que esta a este del Sol y al oeste de la Luna —afirmó él—, pero quien sí debe hacerlo es nuestro hermano, el Viento del Norte. Sujétate muy fuerte de mí, que vamos a verlo ahora mismo.

Y una vez más la muchacha se fue volando, esta vez en la espalda del Viento del Sur que recorrió miles de kilómetros por el desierto, hasta llegar las tierras frías. Allí, el Viento del Norte los recibió con su resoplido tan fuerte, que terminó llenándoles las cabezas de nieve y hielo.

—¿Qué es lo que quieren? —preguntó de mal humor.

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—No te enfades tanto, que aquí la chiquilla necesita encontrar a su príncipe —dijo el Viento del Sur—. Está en un palacio que se encuentra el este del Sol y al oeste de la Luna. ¿Tú sabes dónde está?

—Pues claro, una vez soplé hasta allí. Pero me sentí tan exhausto que no volví a volar en días —dijo el Viento del Norte—. No obstante, si no tienes miedo, puedo llevarte en mis espaldas —añadió, mirando a la jovencita.

Como ella le dijera que sí, el Viento del Norte le dijo que se acostará temprano, pues al día siguiente saldrían al palacio apenas saliera el sol. Y dicho y hecho, cuando amaneció ella se subió en su lomo y el vendaval sopló con todas sus fuerzas, yendo hasta el fin del mundo y azotando pueblos y bosques, haciendo naufragar barcos en el océano y recorriendo miles y miles de kilómetros.

Y cuando al fin, fatigado, llegó a un claro muy hermoso. Allí, la niña vio por fin el palacio que se levantaba al este del Sol y al oeste de la Luna.

Si quieres saber como termina este cuento infantil, no te olvides de regresar a leer el siguiente capítulo.

CONTINUARÁ…

Al este del sol y al oeste de la luna (4ta parte) 1

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